Camina despacio por la calle, el vaho saliendo de su boca
como el humo de los coches al pasar.
Ella es puro veneno. Su aroma se cuela en sus entrañas y le
impide pensar, su mirada se le clava en el alma. Sus labios, el mayor de sus
pecados, el manjar más exquisito que nadie pudiera probar. La sonrisa dulce
como el amanecer a su lado. Sus caricias cálidas y suaves como el mar en
verano, como las nubes que te miran sonriente en primavera y te alegran la existencia.
Su cuello, ese paraíso donde refugiarse cuando el frío arrecia y el hogar está
lejos. Sus abrazos, el mejor consuelo en un día oscuro y tenebroso. Siempre
estaba ahí. Era simplemente ella. Nada más que ella y totalmente ella.
Suspira a cada paso que da pensando en que la echa de menos,
en que su vida es una miseria desde que no está, que las cosas pierden su
sentido cuando su sonrisa no aparece. Aunque es irónico, porque era esa sonrisa
la que le quitaba todo el sentido a todo. Y piensa (aunque no quiere) en que
ella no ha sido un eslabón más de la cadena, que no ha sido un error
maravilloso que cometer, que no ha sido algo de lo que arrepentirse o “solo
momentos”. No. Ella ha sido vida, ha sido alma y siempre estaba ahí.
Se para. Madrid se alza ante sus ojos, pero su belleza ya no
es la misma. Ella le daba alma. Madrid cada vez es más triste sin su alegría y
su locura. Las calles pesan, los días son más grises igual que los edificios.
Llega el invierno, mucho más invierno desde que se fue.
Pero sigue andando. El cielo empieza a llorar y el frío
parece que se asusta y empieza a remitir. Él sigue sus pasos hacia adelante
intentando buscar un lugar en el que, simplemente, ser. Pero no es. No es
porque Madrid es ella, porque logró perderse entre sus calles hasta encontrarle
un sentido a todo. Consiguió conocerla, descubrirla, abrir sus rincones
secretos y disfrutar de los pequeños detalles que parece que no están, pero que
si buscas y miras, los encuentras. Porque Madrid, como ella, es un mundo de
secretos y misterios y por mucho que pase el tiempo o tengas un mapa no los vas
a descubrir. Porque hay que vivirla, amarla y sentirla hasta el último poro de
la piel.
Porque sabes que aunque ella se vaya lejos, nunca se va a ir
del todo. Porque sabes que aunque tú te vayas de Madrid… Nunca la vas a olvidar.