miércoles, 20 de noviembre de 2013

No me gusta el frío sin ti.

Camina despacio por la calle, el vaho saliendo de su boca como el humo de los coches al pasar.

Ella es puro veneno. Su aroma se cuela en sus entrañas y le impide pensar, su mirada se le clava en el alma. Sus labios, el mayor de sus pecados, el manjar más exquisito que nadie pudiera probar. La sonrisa dulce como el amanecer a su lado. Sus caricias cálidas y suaves como el mar en verano, como las nubes que te miran sonriente en primavera y te alegran la existencia. Su cuello, ese paraíso donde refugiarse cuando el frío arrecia y el hogar está lejos. Sus abrazos, el mejor consuelo en un día oscuro y tenebroso. Siempre estaba ahí. Era simplemente ella. Nada más que ella y totalmente ella.

Suspira a cada paso que da pensando en que la echa de menos, en que su vida es una miseria desde que no está, que las cosas pierden su sentido cuando su sonrisa no aparece. Aunque es irónico, porque era esa sonrisa la que le quitaba todo el sentido a todo. Y piensa (aunque no quiere) en que ella no ha sido un eslabón más de la cadena, que no ha sido un error maravilloso que cometer, que no ha sido algo de lo que arrepentirse o “solo momentos”. No. Ella ha sido vida, ha sido alma y siempre estaba ahí.
Se para. Madrid se alza ante sus ojos, pero su belleza ya no es la misma. Ella le daba alma. Madrid cada vez es más triste sin su alegría y su locura. Las calles pesan, los días son más grises igual que los edificios. Llega el invierno, mucho más invierno desde que se fue.

Pero sigue andando. El cielo empieza a llorar y el frío parece que se asusta y empieza a remitir. Él sigue sus pasos hacia adelante intentando buscar un lugar en el que, simplemente, ser. Pero no es. No es porque Madrid es ella, porque logró perderse entre sus calles hasta encontrarle un sentido a todo. Consiguió conocerla, descubrirla, abrir sus rincones secretos y disfrutar de los pequeños detalles que parece que no están, pero que si buscas y miras, los encuentras. Porque Madrid, como ella, es un mundo de secretos y misterios y por mucho que pase el tiempo o tengas un mapa no los vas a descubrir. Porque hay que vivirla, amarla y sentirla hasta el último poro de la piel.


Porque sabes que aunque ella se vaya lejos, nunca se va a ir del todo. Porque sabes que aunque tú te vayas de Madrid… Nunca la vas a olvidar.



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