domingo, 29 de septiembre de 2013

Hacía mucho tiempo....

Cuando las palabras se las lleva el viento solo queda el aliento del recuerdo soplando en tu mente. Revuelve tu interior y se encuentra con la mirada de aquél que quiso decir algo y no pudo. Susurros que se adhieren a la fina capa de oscuridad que envuelve a la noche y que envuelve en su fino manto a la amargura. Los dibujos de las sonrisas se pierden entre sus miles de estrellas. Aparece el adiós por ese rincón oscuro que nadie mira, o que nadie quiere mirar. Los días pasan sin más bandera que un recuerdo, sin más recuerdo que un te quiero que se va diluyendo por el tiempo a medida que se alejan los días como un caminante sin camino, sin rumbo, sin destino.  Sensación de tiempos mejores, de recuerdos mejores, de sentimientos mejores. Hoy está rodeado de un mundo ajeno y desconocido que apenas conoce, que no alcanza a entender aunque lo intente.  Soledad como compañera de piso, comiendo de su comida y viviendo de sus miedos. Suspira fuerte y sonoramente mientras sus entrañas crean algo difícil de entender. Esconde sus sentimientos por miedo, con miedo. Se cree así fuerte, se piensa mejor. Sin embargo, a veces piensa que eso no es más que una muestra de su debilidad. De no saber cómo hablar, a quién hablar, qué decir para expresar lo que reconcome en su interior. Realmente es más que probable que se deba al hecho de que ni siquiera sabe qué es eso que se cuece ahí dentro. Y sin embargo sigue sin ser capaz de hablarlo. Cierra los ojos y no ve más que oscuridad cuando antes veía un mundo lleno de fantasía en el que acaba por sonreír siempre, aunque supiera que nada de eso fuera a ocurrir. Ahora es un alma atormentada por la soledad. Suspira. No hace más que pensar y pensar y más pensar en vez de disfrutar de aquello que le brinda la vida, que le ha regalado su propia existencia. Se esconde en sí mismo pensado que igual hay alguien a quién le da por buscar dentro y encontrar y no cansarse nunca. Sin embargo, esto no ocurrirá. Todo el mundo se cansa, se desgasta. Todo tiene un límite y depende de cada uno encontrarlo, encontrarse a sí mismo. Pensar, pensar y más pensar. Pensar al final está sobrevalorado. ¿Para qué pensar? Si luego hagas lo que hagas va a estar mal. Bueno, o no. Ahora está esa moda del positivismo radical que invita a pensar en que todo podría ir mucho peor de como está. Siempre puede ir peor. Siempre puede llegar una ola que lo anegue todo en su máxima expresión. Que lo envuelva todo en su manto de espuma y sal. Y se acaba todo. Así como empezó, acaba. Las cosas no son fáciles nunca. Toca luchar contra esas marejadas que no quieren más que meter los dulces cantos de sirena en tu mente y que te adentres por tu propio pie a sus profundidades para no tener la conciencia intranquila. Siempre piden más. Siempre nos exigimos más. Duramos lo que duramos en este mundo de infinito desprecio y falta de humanidad, desgastados entre los cimientos de la urbe, entre el cemento de los huesos fracturados de mentiras, de soledad y de hipocresía. Ése es nuestro mundo. Un lugar lleno de malos pensamientos, dolor, pena, tristeza. Todo oscuro, todo de ese color que arrastra a las almas al olvido y esconde sonrisas tras los velos de la indiferencia. 

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