No soy muy fan de las mostrar mis sentimientos. Me meto en
un túnel absurdo y acabo navegando lentamente y perdida en el fondo del océano
de mis pensamientos. Y me ahogo. No sé nadar entre indecisiones y malas
elecciones. Tener que lidiar entre los estragos de lo malo y el bálsamo de lo
bueno me es complicado porque siempre están unidos. Hay días en los que
cualquier cosa absurda me anima y alegra la existencia, pero de repente, mi
mundo se oscurece para dar paso a ese tenebroso y oscuro camino de tinieblas
que son los recuerdos. Cuando pienso que todo está bien, que todo puede ir
hacia adelante y poder caminar otra vez, (con cierto temor, sí, pero caminar al
fin y al cabo) me encuentro con un vendaval de solitarias imágenes y
sensaciones que aparecen por mi mente. Lo peor de todo es que la mayoría de
estas cosas las creía enterradas y desterradas de mi mente. Creía que con el
paso del tiempo, todas esas pequeñas puyas, esos puñales por la espalda cuando
la alerta está al mínimo. Y me escondo. Me escondo de todos esos momentos que
parece que quieren comerme… porque pienso que si los digo en alto se van a
hacer reales en vez de desaparecer, porque parece que si lo suelto al mundo el
mundo volverá a ponerse de nuevo en mi contra. Como siempre, como nunca. Porque
nunca desaparece todo lo que hay en mi mente. Odio cuando se quedan en mi
memoria los pequeños momentos que a la gente normal se les suele olvidar. No me
gusta estar en mi mente reviviendo una y otra vez cada sensación que he vivido.
Qué narices… Me encanta...Me encanta pensar en esos momentos perfectos que he
vivido, en segundos de absoluta perfección y felicidad extrema en los que no
existía nada más que ese momento. Lo que no me gusta rememorar son los malos, los que me clavan una pequeña astilla
en el alma cada vez que aparecen y surgen entre las sombras para hacerme
recordar que nunca nada es perfecto y que siempre acabo perdiendo. Sin embargo, ahí están… Atentos al mínimo
cambio para aparecer entre los rayos de un día soleado, intentando volver opacas
las sonrisas y las vivencias. Tiñendo de gris los días memorables y de lágrimas
las alegrías. Los momentos se acumulan en la mente, en el alma y aprisionan las gargantas cuando
quieren salir. No siempre es fácil dejarlos escapar porque son huidizos y cuando
tú quieres ellos no y viceversa. Es complicado encontrar el momento de armonía
perfecta entre lo que necesitas y lo que te dejan… Y creo que sobretodo es
complicado encontrar con quién hacer frente a ese momento. La fortaleza es eso
que se va quebrando poco a poco por dentro. No es algo que se rompa desde fuera
a base de pedradas porque… no soy arquitecta, pero creo que quien construye un
muro sabe perfectamente de sus puntos débiles y conoce cómo tirarlo… Es por eso
que somos dueños de nosotros mismos, porque conocemos nuestras debilidades y
cómo destruirnos…
No hay comentarios:
Publicar un comentario