Cierra los ojos y ponte a imaginar. Te cuento.
Estás en la playa. Hay un viento suave que acaricia la piel
como si fuera terciopelo, como un leve roce de cariño. Estás sentado en una
toalla de playa en medio de la fría arena de la noche. Fría, pero agradable
porque te quita todo el sofoco del caluroso día. No hay luz, simplemente los
destellos de las estrellas del firmamento se reflejan en el mar tranquilo y
sereno que se levanta ante tus ojos. La luna está escondida en algún lugar,
tímida, despistada, sin saber muy bien qué hacer. Estás admirando la profunda
negrura del mar que se extiende ante ti. Estás impresionado, pero tranquilo. En
ese momento no temes, sólo sientes. Y no sabes muy bien por qué, pero en ese
momento te acuerdas de una persona. Es alguien que ha aparecido en tu vida de
forma casual, sin buscarlo. Piensas en varios momentos que te ha regalado. En
las sensaciones que has vivido con esa persona. Pero sobre todo piensas en que
en ese momento desearías que estuviera a tu lado, que te abrazara y te
protegiera de la pequeña brisa del mar. Te encantaría que esa persona estuviera
mirando contigo el romper de las olas mientras la oscuridad os invade a los
dos. Que simplemente sintierais, que no hablarais y compartierais el momento
atesorándolo para siempre.
Aún sueño con esto…
¿Y quién no desea estas cosas?
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