Muchos versos se han quemado en el candil de los recuerdos y
demasiadas palabras han volado de unos labios temerosos de pronunciar. Quizá
los días no sean más que veneno que se va metiendo en las venas y que poco a
poco desgastan las ganas y agotan el tiempo. Hay silencios que corroen el alma
y mentiras que encadenan los sentimientos. Pero.. ¿Qué más da? Hay segundos de
insólitas sonrisas que se pierden y divagan por un mundo cruel. Pisadas
demoníacas que se acercan susurrando tras de ti y que impiden que tomes
conciencia de lo que estás haciendo. ¿Acaso haces algo? ¿O quizá dejas tu vida
a merced de la suerte? Suspiros de deseos se escapan de esos susurros perdidos
en la noche. De esos gatos pardos que se cuelan en la oscuridad de la escena.
Lobos traicioneros que aparecen en el bosque sombrío que rodea todo aquello que
anhelas y que aúllan a los cuatro vientos cada vez que una luna blanca y triste
se asoma por uno de los resquicios del firmamento. Los árboles ayudan a escapar
del sendero trazado pero te pierden en el camino que tú pensaste y quisiste.
Ladrones te acechan, te buscan, te huelen. Oscuridad, viento gélido que acaricia cada
resquicio de una piel sombría ante el mundo. Crujen las pisadas sobre esas
hojas muertas que han caído y que lo siguen haciendo. Pasos ensangrentados por
un dolor extraño causado por las gotas que parece que se precipitan por ese
abismo que son tus ojos. Y dejas de ser
tú para ser él. Para ser eso que quieren que seas. Un burdo animal cruel y
desalmado que vaga por aquellos parajes sin más motivo que sobrevivir. Porque
los sueños se han resquebrajado ante el torrente de eventualidades, las
esperanzas trastabillaron hasta caer rendidas por aquel fino hilo de acero que
tenían que pasar como si fueran payasos de circo. Un circo que ahora ha cerrado
sus puertas por la soledad del invierno que invita a quemarse los dedos con las
castañas mientras que, por otro lado, el frío congela hasta doler.
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