sábado, 24 de diciembre de 2011


Estoy cansado. Me afecta el color y el sabor de tu ausencia. Me recorre tu olor por las venas y  siento que mi pena vuela sin cadenas. Me pierdo por los rincones de las escaleras esperando como un tonto a que aparezcas y traigas tu luz a mi noche de estrellas. Me fío de que tú vuelvas a ser esa chiquilla que inunda mi cuerpo una noche de vigilia, que rompes mi alma en un jardín de alegrías, espolvoreas mi vida con sorbos de bendita locura. Y río por pensar que algún día podrás estar conmigo, por creer que en el fondo tú sientes más de lo mismo: un quemazón que atormenta y se ahoga en el  fondo de un río. Y busco tu mirada a cada instante junto a la mía, sonriendo a la vida como si fuera una niña escuchando palabras sombrías de un alma perdida, prodigando sonrisas allá donde solo hay tristeza, dibujando color allá donde solo hay ceniza. Y me escondo de este mundo oscuro lleno de mentira inventando palabras que sólo serán mías, desdibujando las líneas que crean mis sonrisas. E  intento olvidar, olvidar el cerrojo que no me deja llegar a tu vida, que impide mi paso a ese mundo suicida donde creo, siento y escucho tus caricias; donde vivo, sueño e invento cada día. Y quiero volar, volar a tu luz como si fueras divina, como si ella pudiera borrar toda mi vida, emborronar los restos de mi existencia mordida de intentar comer el mundo aunque fuera utopía. Intentar conseguir que tu día sea una sonrisa cansada de tanto dolor pero con ganas de nuevas promesas. Navegar por las olas del miedo y conseguir salir victoriosa. Remover las entrañas del mundo y sentir una suave caricia del horror que se vive cuando te sientes vacía y descubrir al instante siguiente que la vida no es más que la micra de un segundo que termina cuando ya te rindes de luchar por aquello que siempre quisiste. Y llorar por la ausencia que dejas cada noche al despedirte olvidando a cada momento que no eres más que un mal chiste que cuentas cada vez que te veo jugando al despiste recordando a cada minuto que ya me lo advertiste: no eres más que una poeta con cara de triste que juega con las palabras como si fueran alpiste que dar a los pájaros para que acaben de morir. Y todo se acaba como un sueño prohibido una noche sombría, como el atardecer de una vida que nunca fue mía, como el color del pétalo de una rosa que espera desnuda a que desprendan el duro caparazón que envuelve sus caricias. Y la ilusión se difumina como el sonido de tu sonrisa al doblar esa esquina, como el color de esos ojos que me miran divertida, como el frío que tengo cuando te veo por ahí perdida. Y sufro porque veo, creo y siento que tú debes ser mía y disfrutar cada mañana de esa melodía que susurra tu voz pronunciando mi nombre con alegría y sintiendo en nuestro interior que algo mejor sería mentira.

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