Estoy cansado. Me afecta el color y el sabor de tu ausencia.
Me recorre tu olor por las venas y
siento que mi pena vuela sin cadenas. Me pierdo por los rincones de las
escaleras esperando como un tonto a que aparezcas y traigas tu luz a mi noche
de estrellas. Me fío de que tú vuelvas a ser esa chiquilla que inunda mi cuerpo
una noche de vigilia, que rompes mi alma en un jardín de alegrías, espolvoreas
mi vida con sorbos de bendita locura. Y río por pensar que algún día podrás
estar conmigo, por creer que en el fondo tú sientes más de lo mismo: un
quemazón que atormenta y se ahoga en el
fondo de un río. Y busco tu mirada a cada instante junto a la mía,
sonriendo a la vida como si fuera una niña escuchando palabras sombrías de un
alma perdida, prodigando sonrisas allá donde solo hay tristeza, dibujando color
allá donde solo hay ceniza. Y me escondo de este mundo oscuro lleno de mentira
inventando palabras que sólo serán mías, desdibujando las líneas que crean mis
sonrisas. E intento olvidar, olvidar el
cerrojo que no me deja llegar a tu vida, que impide mi paso a ese mundo suicida
donde creo, siento y escucho tus caricias; donde vivo, sueño e invento cada
día. Y quiero volar, volar a tu luz como si fueras divina, como si ella pudiera
borrar toda mi vida, emborronar los restos de mi existencia mordida de intentar
comer el mundo aunque fuera utopía. Intentar conseguir que tu día sea una
sonrisa cansada de tanto dolor pero con ganas de nuevas promesas. Navegar por
las olas del miedo y conseguir salir victoriosa. Remover las entrañas del mundo
y sentir una suave caricia del horror que se vive cuando te sientes vacía y
descubrir al instante siguiente que la vida no es más que la micra de un
segundo que termina cuando ya te rindes de luchar por aquello que siempre quisiste.
Y llorar por la ausencia que dejas cada noche al despedirte olvidando a cada
momento que no eres más que un mal chiste que cuentas cada vez que te veo
jugando al despiste recordando a cada minuto que ya me lo advertiste: no eres
más que una poeta con cara de triste que juega con las palabras como si fueran
alpiste que dar a los pájaros para que acaben de morir. Y todo se acaba como un
sueño prohibido una noche sombría, como el atardecer de una vida que nunca fue
mía, como el color del pétalo de una rosa que espera desnuda a que desprendan
el duro caparazón que envuelve sus caricias. Y la ilusión se difumina como el
sonido de tu sonrisa al doblar esa esquina, como el color de esos ojos que me
miran divertida, como el frío que tengo cuando te veo por ahí perdida. Y sufro
porque veo, creo y siento que tú debes ser mía y disfrutar cada mañana de esa
melodía que susurra tu voz pronunciando mi nombre con alegría y sintiendo en
nuestro interior que algo mejor sería mentira.
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