lunes, 20 de junio de 2011
La luna cubre con su sombrío manto aquel abril negruzco en el que quiso sonreír. Los colores desaparecían poco a poco tras los recovecos de las calles escondidas de una ciudad sin nombre en la que hasta los vagabundos se perdían. Las luces tintineaban de miedo ante la suave brisa del viendo que las acariciaba haciéndole llagas profundas que apenas sentía. Su dolor era algo más intenso que un corte en la piel. la lluvia surcaba por las calles haciendo riachuelos profundos en los que ahogar las penas del alcohol. Sus pasos errantes apenas hacían eco en la ciudad perdida, en el vacío de su mundo deshecho. No sabe dónde está, no sabe dónde va. Sólo quiere escapar del lugar en el que acabaron sus sueños, en el que no le queda nada más que su roto interior y... ya casi ni le sirve. Su vida ha desaparecido entre el manto de escombros y apenas ve el resquicio de luz que se cuela entre ellos cada amanecer. Se queda ciego por las decepciones que le acompañan cada día como si de una mascota se trataran. Intenta deshacerse del dolor de los amaneceres, del dolor de ver sus ojos con el brillo de la despedida.....
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