Te encuentras navegando a la deriva de tus sentimientos,
buscando qué hacer, qué encontrar, qué mirar… Buscas en la brújula cuál es tu
siguiente paso y te das cuenta de que has estado dando vueltas todo el tiempo y
estás en el punto inicial, en el principio…Y sientes que nada ha valido la
pena, nada de lo que has hecho tiene sentido y sólo tienes la sensación de que
has perdido el tiempo. No sabes muy bien cómo encajar el golpe ni cómo curar
tus heridas… Sangras por dentro y sabes que sólo el tiempo y el estar solo
pueden curarte. Sólo tú puedes volver a
curar el corazón malherido una vez más aunque cada vez cuesta más porque nunca
acaba de sanar, nunca se cierra del todo esa herida sangrante. Y, sin embargo,
estás ahí…En medio de ningún sitio dudando si continuar. Cualquiera se hubiera
dado por vencido, pero no, tú no, mantienes la duda. No sabes si recurrir a esa
fortaleza interior que a veces te caracteriza o volverte el muchachillo huidizo
e introvertido y aceptar el golpe como buenamente puedas…Por momentos quieres
volar, desaparecer y encontrarte por ahí en algún lugar lejano y olvidar…pero al instante deshechas esta
idea. No. Tú no has nacido para desaparecer. Tu misión es sacar sonrisas,
conseguir hacer optimistas a los demás e intentar alcanzar un lugar un poco más
alegre.
domingo, 29 de enero de 2012
sábado, 21 de enero de 2012
No sé pensar si
estás en mi mente, pero no puedo dejar de echar de menos tus recuerdos cuando
consigo sacarte por un momento.
No sé vivir sin ti, pero contigo tampoco.
Odio no poder odiarte, ni poder decirte que he dejado de quererte. Odio estar en la encrucijada de decidir qué está bien o que está mal.
Odio recordar que te recuerdo. Odio olvidar que tengo que olvidarte.
Odio pensar que estás aquí cuando hace mucho tiempo que estás a millones de kilómetros de mi.
Odio odiarte en el profundo lugar de mi voluntad, porque mi odio se queda en eso, en querer odiarte.
Odio odiar, pero más odio no poder odiarte.
No sé vivir sin ti, pero contigo tampoco.
Odio no poder odiarte, ni poder decirte que he dejado de quererte. Odio estar en la encrucijada de decidir qué está bien o que está mal.
Odio recordar que te recuerdo. Odio olvidar que tengo que olvidarte.
Odio pensar que estás aquí cuando hace mucho tiempo que estás a millones de kilómetros de mi.
Odio odiarte en el profundo lugar de mi voluntad, porque mi odio se queda en eso, en querer odiarte.
Odio odiar, pero más odio no poder odiarte.
viernes, 20 de enero de 2012
Imagina…
Cierra los ojos y ponte a imaginar. Te cuento.
Estás en la playa. Hay un viento suave que acaricia la piel
como si fuera terciopelo, como un leve roce de cariño. Estás sentado en una
toalla de playa en medio de la fría arena de la noche. Fría, pero agradable
porque te quita todo el sofoco del caluroso día. No hay luz, simplemente los
destellos de las estrellas del firmamento se reflejan en el mar tranquilo y
sereno que se levanta ante tus ojos. La luna está escondida en algún lugar,
tímida, despistada, sin saber muy bien qué hacer. Estás admirando la profunda
negrura del mar que se extiende ante ti. Estás impresionado, pero tranquilo. En
ese momento no temes, sólo sientes. Y no sabes muy bien por qué, pero en ese
momento te acuerdas de una persona. Es alguien que ha aparecido en tu vida de
forma casual, sin buscarlo. Piensas en varios momentos que te ha regalado. En
las sensaciones que has vivido con esa persona. Pero sobre todo piensas en que
en ese momento desearías que estuviera a tu lado, que te abrazara y te
protegiera de la pequeña brisa del mar. Te encantaría que esa persona estuviera
mirando contigo el romper de las olas mientras la oscuridad os invade a los
dos. Que simplemente sintierais, que no hablarais y compartierais el momento
atesorándolo para siempre.
Aún sueño con esto…
jueves, 19 de enero de 2012
Y miro el reloj que lleva parado desde que mi existencia se
difuminó entre los matices de los recuerdos. Miro, busco e intento encontrar.
Siento, pienso y no hay nada más. Se ahogan los minutos encerrados en el tiempo
sin un camino por el que seguir. No hay colores ni sabores y se cierran los
bares ante la desfachatez de morder el anzuelo con el humo del tabaco. Las viejas sonrisas desvalidas se van
desgastando cada vez más y el pobre y ajado corazón evoca días mejores llenos
de sensaciones encontradas. Los sentimientos se estampan en paredes de cristal
y éstas lloran momentos de felicidad. Castillos de arena que se deforman por el
viento de la playa y que envían cada grano a un lugar distinto a conocer
lugares nuevos. Sonríe el invierno al traer lo desconocido. Los regalos, la
magia y el adiós. Se buscan y se venden canciones de desamor envueltas en
retales de terciopelo azul. Tempestades de emociones que bullen en el infierno
del desamor. Colores que se van deshaciendo en el complicado intrincado de
cuerdas que atan la existencia a este mundo cruel y desvalido. Sencillos
conjuros de adiós. Silenciosos vapores que cristalizan en un par de lágrimas
que caen desoladas por un par de montañas que dan al mar. Al mar de la desesperación.
Se encierran las entrañas de ese oscuro
vendaval de eventualidades y se esconden las decepciones tras el velo azul del
amanecer. Y llega el fin. Se van cerrando las puertas que un día abriste y se
escapan las esperanzas como chiquillas pequeñas que revolotean a tu alrededor.
Y se apaga el mundo. Se esfuma todo de la misma forma que empezó. Sólo quedan
los recuerdos….
lunes, 16 de enero de 2012
Días largos, sonrisas cortas, vidas ausentes.
Ni tú eres tú ni yo soy yo. Nada es como parece ni parece
ser lo que es. Se sube y se baja por el ventanal de las oportunidades y se
agotan lo recuerdos de las sinceridades. Adiós al vino de aquel ayer borracho
de fantasías y hola al hoyo de las inseguridades. Codicia. Se pierde el jugo
entre las candelas de los alambiques y se estruja el adiós hasta el último
suspiro. Se pierde. Se gana. Un juego. Palabras que se pierden y calor que se
disipa. Un recuerdo que aflora y unas uñas que arañan. Naufragio en el mar.
Agua, frío, inseguridad, desesperación. La realidad se cuela entre los poros de
la piel, difumina las luces del mañana y engancha los minutos hasta matarlos en
su cruel garra de acero. Y tú no eres tú. Una sombra pasada por agua, un
suspiro en la tormenta, un susurro en un vendaval. Se pierden los papeles por
el camino. Adiós al sentido, adiós a la felicidad.
miércoles, 11 de enero de 2012
Muchos versos se han quemado en el candil de los recuerdos y
demasiadas palabras han volado de unos labios temerosos de pronunciar. Quizá
los días no sean más que veneno que se va metiendo en las venas y que poco a
poco desgastan las ganas y agotan el tiempo. Hay silencios que corroen el alma
y mentiras que encadenan los sentimientos. Pero.. ¿Qué más da? Hay segundos de
insólitas sonrisas que se pierden y divagan por un mundo cruel. Pisadas
demoníacas que se acercan susurrando tras de ti y que impiden que tomes
conciencia de lo que estás haciendo. ¿Acaso haces algo? ¿O quizá dejas tu vida
a merced de la suerte? Suspiros de deseos se escapan de esos susurros perdidos
en la noche. De esos gatos pardos que se cuelan en la oscuridad de la escena.
Lobos traicioneros que aparecen en el bosque sombrío que rodea todo aquello que
anhelas y que aúllan a los cuatro vientos cada vez que una luna blanca y triste
se asoma por uno de los resquicios del firmamento. Los árboles ayudan a escapar
del sendero trazado pero te pierden en el camino que tú pensaste y quisiste.
Ladrones te acechan, te buscan, te huelen. Oscuridad, viento gélido que acaricia cada
resquicio de una piel sombría ante el mundo. Crujen las pisadas sobre esas
hojas muertas que han caído y que lo siguen haciendo. Pasos ensangrentados por
un dolor extraño causado por las gotas que parece que se precipitan por ese
abismo que son tus ojos. Y dejas de ser
tú para ser él. Para ser eso que quieren que seas. Un burdo animal cruel y
desalmado que vaga por aquellos parajes sin más motivo que sobrevivir. Porque
los sueños se han resquebrajado ante el torrente de eventualidades, las
esperanzas trastabillaron hasta caer rendidas por aquel fino hilo de acero que
tenían que pasar como si fueran payasos de circo. Un circo que ahora ha cerrado
sus puertas por la soledad del invierno que invita a quemarse los dedos con las
castañas mientras que, por otro lado, el frío congela hasta doler.
Me encantaría poder poner en letras gigantes en el firmamento
que te echo de menos, que cada día que pasa sin ti intento hacerme a la idea de
que es un día normal, como los de antes de conocerte. Sin embargo, mi
subconsciente me causa muy malas pasadas. Me levanto recordándote o al leer
encuentro un momento que me recuerda a ti, a nosotros, a lo que fuimos. Y lo
peor no es recordarlo, lo peor es que aún mantengo esa sensación de felicidad
extrema y absurda cuando lo recuerdo. Aún se me escapa esa sonrisa bobalicona
cuando pienso en ti y en cada sonrisa que me has dedicado. Porque por más que
no quiera, mi mente vaga entre los recuerdos que han dejado tus manos, entre
las miradas perdidas que he recogido y abrigado los días fríos de tus
ausencias. Se escabulle entre los recovecos de tu existencia infinita que tanto
me gusta y que anhelo a cada instante. Sé que no debería, pero te gritaría a
los cuatro vientos que te quiero y que aunque tú a mí ya no, me da igual.
Porque el sentimiento que tengo hacia ti es tan bonito que no quiero renunciar
a él todavía. Y porque he tenido la suerte de que una vez ese sueño se hizo
realidad y puedo saborear cada migaja de aquello que una vez significó algo. Y
me siento bien con ello. Me siento bien porque pienso que soy persona y que
tengo la capacidad de amar, porque para mí significa que también puedo ser
amada por alguien y aunque sigo queriendo que seas tú quien lo haga, da igual.
Tú estás en el eco de mis pensamientos. Cada vez que una palabra resuena en mi
cabeza hay un susurro casi inaudible que te nombra con firmeza. Cada vez que
cierro los ojos aparece tu cara, tu sonrisa, tus ojos mirándome
condescendientes o felices. No sé qué has hecho realmente para que me sienta
así. Bueno, claro que lo sé. Pero quiero que sepas que al igual que a mí me has
hecho la persona más feliz de la Tierra, tú puedes conseguir hacer que otra
persona se sienta igual. Alguien a quien sepas que vayas a querer tanto o más
que a mí, alguien que realmente no te vaya a decepcionar como una vez lo hice
yo. Estoy segura de que vas a hacer muy feliz a alguien alguna vez porque has
conseguido hacerme feliz a mí y no era tarea sencilla. Lidiaste mis olas, te
sumergiste en mi mar y lograste encauzar el río que bajaba bravo de las
montañas. Y lo hiciste tú solo a base de positivismo, de sonrisas y de estar
ahí como sé que estarás siempre que te necesite. Y sí, pese a todo sigo
pensando que eres genial, que tienes mucho más que ofrecer que lo que tú mismo
piensas, que cuando eres tú, eres espectacular y eso es siempre. Eres
auténtico, tienes personalidad y haces lo que realmente quieres en cada
instante. Los días pasan sin ti, sí. Pero cada día lo hago diferente tal y como
me enseñaste. Tú me enseñaste a ser feliz y ser feliz es lo que voy a hacer.
Eternamente agradecida. Sí, TE QUIERO.
domingo, 8 de enero de 2012
Autocastigo
No
sé donde leí
que en el invierno más terrible
hay un verano invencible,
algo así deben ser
mis noches de autocastigo,
de soñar contigo,
de esa clase de inviernos
quiero pensar que está
hecha
mi sonrisa insomne,
la nada de mis bolsillos,
a lo mejor de esos inviernos está
trazado el contorno del abismo
del que hablan los laureados
malditos,
los poetas de mierda,
aunque lo más probable
es que solo sean eso,
un puñado de versos destinados
al que sabe que su invierno
no dará paso a ninguna florida
primavera y que esta no precederá
a ningún verano invencible.
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