sábado, 3 de marzo de 2012


La sonrisa se difumina con el paso del tiempo. Con el emborronar de los recuerdos poco a poco se va diluyendo ese atisbo de aquella pequeña felicidad que creías tener. Cada mañana te levantas con la sensación de que no avanzas, de que estás estancado en un mundo del que ni tú mismo sabes cómo salir. Estás encerrado en una mazmorra cuidada por dragones que provocan gran temor y no puedes salir a menos que encuentres la llave mágica. Y sabes perfectamente que esa llave mágica es casi imposible de encontrar. Sabes que aquello que deseas tanto, te va a costar muchísimo alcanzarlo. Sabes que sí, que vas a luchar, pero que el hecho de luchar no significa que vayas a ganar. Y, sin embargo, vas a luchar. No sabes muy bien por qué. No tienes ningún motivo por el que ilusionarte, ni tienes motivos para seguir adelante, ni sabes siquiera cómo dar el siguiente paso. Pero… Decides ponerte en pie como puedes, con el dolor de las heridas inundándote, con la sangre rodando por los cortes del dolor, con las lágrimas surcando tu destrozado rostro. Te recompones de las cenizas como el ave fénix que te enseñaron a ser e intentas devolver el brillo a tus ojos apagados por la oscuridad del silencio. Tus piernas apenas soportan el peso de tu cuerpo porque no sólo le llevan a él. Llevan también la pesada carga que hay sobre sus hombros de la que nunca vas a ser capaz de librarte y que cada vez pesa más. Has llorado mucho por el peso de esa carga. Te duelen los hombros y la espalda, pero te duele más el no poder deshacerte de las veces que has errado, de las mil caídas que has tenido y de las millones de veces que has hecho caer. Quizá por eso estás en ese mundo tenebroso lleno de oscuridad donde la única luz que hay es la llama de la vergüenza y la única fuerza que te acompaña es la del orgullo. Te encantaría poder cerrar los ojos y volver a esos días de luz. A esos días en los que cualquier cosa te hacía feliz. Quisieras desear salir de aquella tierra hostil que tan poco te gusta y volver al lugar del que procedes. A ese en el que un día conseguiste creer en ti mismo, en que podías hacer todo lo que te propusieras, en el que te sentías querido. Ahora… Te encuentras en medio de esa sensación de vacío de la que no puedes escapar, de esa falta de luz y esperanza en tu vida que en el fondo ni siquiera entiendes. No entiendes cómo has llegado a ese punto sin retorno. Por más que intentas pensar… sigues creyendo que lo que hiciste, lo hiciste bien, aunque evidentemente no fue así por cómo han acabado las cosas. Y sin embargo… aún mantienes la idea de encontrar la llave mágica desaparecida. Esa que te abre la puerta de nuevo a tu mundo. ¿Qué piensas encontrar? ¿A quién quieres engañar? Sabes que vas a morir en el intento, sabes que no vas a aguantar una derrota más, que no ganar ahora mismo significa desaparecer. Estás acostumbrado a ello, pero ya estás harto de darlo todo de ti y nunca recibir una recompensa. Y… a pesar de todo, sigues siendo tan estúpido como para seguir intentando hacer lo que esperan de ti sin pensar qué es lo que quieres de tú realmente de ti mismo. Cambia. Esperan que tires todo por la borda para salir de ahí. Quieren que acabes contigo mismo en el intento. ¿Vas a dejar que salgan victoriosos? Lucha por salir, pero adelántate a lo que quieren y busca tu propio yo porque luego será lo que te salve. Quizá te siga pesando todo el dolor que tienes encima, que no es poco. Te costará reponerte de esas sangrantes heridas que apenas dejan moverte, casi no podrás moverte un centímetro, pero aprovecha ese tiempo para pensar en cómo enfrentarte a esos dragones que lo único que quieren es que no consigas tu objetivo. Tómate tu tiempo, que crean que has caído para luego volver de nuevo con fuerza y poder conseguir la ansiada llave mágica que te permita ir a aquél lugar que tanto añoras.

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