Qué más dan los inviernos si se pierden corriendo tras las
esquinas de los cimientos de aquellos edificios condenados al exilio. Sufren
las mentes pensantes que buscan una solución a todo aquello que no la tiene. Se
mudan las oportunidades y se confinan en el lugar más perdido del universo a la
espera de algo o alguien que le haga despertar de su ensoñación. Luces grises
se reflejan en los ojos perdidos de los que sueñan. El miedo inunda sus almas,
pero…¿qué más da? Los suspiros al final se pierden entre los susurros de las
mañanas que prefieren quedarse a dormir, entre las almas que se encuentran en
los recónditos lugares de este mundo buscando una mitad de algo. Un algo que no
existe. Pero… ¿Qué más da de nuevo? The
show must go on, ¿no? En los arrabales de la memoria se revuelven los mendigos
de los recuerdos. Dan vueltas en busca de una migaja que les devuelva al hoy de
todos los días. Suspira el silencio por los días pasados y duermen los colores
entre mantos de nubes al atardecer. El miedo lo arrasa todo a su paso, como un
huracán. Una tempestad de inseguridades que te aferra a un clavo ardiendo. Y
sabes que no saldrás bien de ahí. De hecho, en realidad sabes que no saldrás,
pero eres optimista. Qué remedio, ¿no? Sudas tinta cuando intentas sobrevivir y
luchas hasta la extenuación. Quizá vences al principio y se ve un atisbo de luz
ahí donde creías que no había nada, pero… sabes que tarde o temprano las nubes
volverán a congregarse en una marcha oscura, mortal, a tu alrededor. Y esa luz
que creíste ver no será más que un espejismo muerto al lado de un oasis
desierto. Y en este momento… ¿qué se supone que has de hacer?
sábado, 18 de febrero de 2012
miércoles, 8 de febrero de 2012
La luna está ahí. Como siempre encendiendo el firmamento con su luz, iluminando la tierra siempre con la misma cara. Mostrando sólo aquello que quiere enseñar. Se esconde tras el manto de las estrellas, pero a la vez exhibe y la vemos. Consigue que las distancias se disipen. Que los que están lejos se sientan cerca y que los que están cerca se acurruquen con el fin de admirarla. A mí me gusta mirar la luna. Hubo un momento en el que creí que en algún lugar había alguien que estaba haciendo lo mismo y que, de alguna manera, llegaría a conocer a esa persona. A veces pensaba que el sólo hecho de observarla tan bella y altiva significaba algo bueno. De hecho, sólo tengo buenos recuerdos cada vez que mis ojos se posan sobre ella. Lo que no sé es si al otro lado hay alguien que la mire como la miraba y recuerde todo aquello que recuerdo yo también. Y sí, me siento estúpida, tonta, imbécil y todos los calificativos posibles que se te ocurran, pero… Me da igual. Eso no va a convencerme de dejar de mirarla cada noche y sentir el susurro de los recuerdos.
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