martes, 29 de noviembre de 2011

Coser y enmendar las palabras que alguna vez rompieron y rajaron mi interior. Intentar reconstruir el mundo que se devastó tras la tormenta de mis ojos. Tratar de recobrar las ganas de levantar el ánimo y volver a volar libremente por un campo triste y sombrío buscando algún atisbo de vida perdido entre la nada. Sumergirse en el más profundo mar y ahogar todas las emociones. Salir, sentarse en la arena a esperar que el frío corte el hielo que se fragua en tus mejillas y los pensamientos se estanquen a la espera de una chispa nueva que los haga despertar. No. Chasquidos resuenan en la mente, pero no es más que el rumor del mar avisando de la tormenta. No es más que el atronador sonido del ocaso de un mañana. Un mañana que no va a empezar. Todo se diluye en el tiempo, incluso el propio tiempo. Se enmarañan las miradas entre lazos de soledad y miedo. Construyen telarañas de acero entre el corazón haciendo una coraza de hielo que impide que entre algún resquicio de luz. Luz. El Sol ya se está yendo asustado ante la oscuridad de la mirada. La luna es más valiente y lucha cada noche por un lugar en el firmamento. No. En mi firmamento no hay espacio para mí. Miles de noches he luchado por una sonrisa y no ha quedado más que la mueca medio dolorida de un recuerdo asomando por la cara. Cicatrices es lo que surca el rostro ajado del llanto de un ayer que ya no merece la pena. El lamento es lo que queda. Y no queda nada entonces. Nada. Nada es la cantidad de cosas que pasan por la mente en ese momento. Vacío. Silencio. Oscuridad. Es como el argumento de una película de miedo de serie B. Cosas falsas por todos los lados, pero esencia de miedo, resquicios de algún tipo de susto escondido en el sitio más insospechado. Noche. Entonces sueño. Pero no. Cada sueño re ha resquebrajado y roto en mil pedazos. El estruendo aún resuena en el fondo de la mente. Rasgados, quebrados, doblados e inservibles, arrugados, tirados a un lado, quemados, ahogados. La sal del mar deja ese resquemor en los labios. Ese sabor salado que al principio agrada pero luego cansa. Se han formado castillos de sal en la boca y no hay palabras. ¿Para qué? No sirve de nada hablar, hacer comentarios. No sirve de nada lamentarse por algo que ya ha pasado. Pasado. Otra vez, la mente en blanco. La arena viaja salvaje entre los dedos de las manos quedándose prendada de ellos. El aire surca los resquicios de la cara en la que las lágrimas ahora sólo caen por el frío del mar. Mojado y seco está el interior. Lamentos que no saldrán y palabras que morirán sin ser pronunciadas. Ruegos susurrados a un mar embravecido que ni siquiera tiene la intención de escuchar y que lucha incansable contra las rocas que van muriendo poco a poco desgastadas por la ira. Barcos que se adentran a la inmensidad de lo desconocido esperando conseguir algo. Menuda esperanza. Sí, esperanza. Aquí también hay cabida para ella, pero no de una manera muy especial. Está perdida y no hay quien la encuentre. Se ha ido correteando en busca de conchas por la playa, mirando si hay medusas o cangrejos. Ha huido a entretenerse en algún lugar lejos de allí y no tiene grandes intenciones de volver. Sus pasos son rápidos para la despedida, pero lentos para la vuelta a casa. Casa.¿ Dónde estará? Deben estar esperando. No. Espera. ¿Quién? Un alma sola, perdida, escondida allí dónde todo el mundo la espera, pero nadie va a comprobar. Silencio otra vez. No. No hay silencio. El mar rumia. Susurra palabras. Llama. Acaricia el rostro diciendo que se acerque. Se levanta. Un paso, otro. Uno más. Allí llega. Se tira. Promesas de una vida mejor. ¿Vida? No. Promesas de olvidar.

2 comentarios:

  1. Bonito. Lo llamaría poema aunque no está en verso. Me gusta las 7 líneas finales.

    Un besazo!

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  2. Oh!Pues muchas gracias, de verdad!! :)
    Me hace ilusión que lo digas, créeme! ^^
    1Besote!!!

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