domingo, 13 de abril de 2014

Making mistakes

Te pienso cada noche antes de ir a dormir. Te recuerdo linda, bonita y amable sonriendo a la vida sin darte cuenta. Te pienso despacio y viva, con la mirada brillante y el futuro en tus manos. Te giras mientras me miras, mientras me embelesas con tus labios y me hablas y te enfuruñas porque no te escucho. Pero qué te voy a escuchar yo... Si me matas cuando me miras, si me pierdo en tu cara, en tu boca, en tus ojos.. Si mataría por un segundo más de día contigo.
Pero qué sabré yo. Te pido perdón una y mil veces aun sabiendo que voy a caer. Y lo mejor es que tú lo sabes y aun así... sigues estando ahí.
Me recuerdas a mi niñez, cuando hablaba solo delante del espejo o solo me importaba dormir hasta muy tarde. Cuando sólo tenía una cosa en mente y la peleaba y disfrutaba hasta el final con esa ilusión que tu y yo sabemos que perdemos con los años. Y sonreía.
¿Sabes lo que daría por volver ahí? Dejaría de navegar entre las pompas azules de la noche imaginando un recuerdo de ti con el sol de fondo y mirándome con tu sonrisa de cuando tenías 5 años. Dejaría de pensarte vagamente con una forma difusa y unos labios lejanos. Dejaría de imaginar el sonido de tus latidos cuando te recostases conmigo.
Pero de nuevo, qué sabré yo. Yo sólo sé de historias que se pierden en letras, de ideas difusas que desaparecen con el tiempo. Sólo sé de perder y de adioses o de adioses perdidos, aún no lo sé.
¿Qué más da?
Un día menos, un día más.

Making mistakes

miércoles, 19 de marzo de 2014

Can I...?

Te escuché rugir en el fondo de tu cueva y aun así, pensé que no estabas ahí. Que tú, de entre todas las personas de este mundo, no te esconderías y gritarías. Pensé que salías, luchabas, amabas y después volvías con esa sonrisa triunfal y ese cansancio del trabajo bien hecho, con tranquilidad.
Desapareciste tristemente tras aquél vendaval (aún no sé muy bien cómo) y dejaste todo atrás. Te encerraste, te escondiste, te perdiste y, como un lobo, gritabas en la oscuridad del silencio esperando que alguien te escuchara y te sacara de allí. Pero claro, ¿quién hace caso a la llamada de un lobo?
Realmente no sé qué te llevó a ello, qué pasó por tu cabeza para pensar así, pensar que huyendo se arreglarían las cosas. Nunca se arreglan así. Acabas perdiendo. Siempre pierdes (y ambos lo sabemos).
Los dos sabemos que no es fácil cambiar un hábito, que tu lo tienes metido en la cabeza, encajonado, cuadriculado y repetido una y mil veces. De hecho sabes que tengo razón...Y aún así, sigues.
Es una cosa que siempre me ha llamado la atención de ti. Lo obstinada que eres. Igual deberíamos hacer una apuesta, que tú con tal de no perder... Haces lo que sea. Pero no me quiero irme por otros derroteros. Porque estás ahí, cual gatito maullando tristemente mientras se lame las heridas, pensando en un por qué. Un por qué que, además, se escapa, se deshilacha y desinfla en tus pensamientos. Uno que en el fondo sabes, pero no quieres reconocer.
Y sí, así va pasando el tiempo mientras no sabes qué hacer. Salir ya se te antoja raro, difícil. Estás cómoda ahí, en esa mitad, en el medio del sí y del no, del no saber. De días que lo puedes todo y días que pasarías durmiendo tranquilamente, dormitando eternamente como un hurón enroscado en sí mismo. Acurrucada calentita, pero helada por dentro. Puro hielo.
Sí, porque ya no sientes nada. Estás aprendiendo a no sentir y a no pensar. Igual por eso ahora es más cómodo estar ahí en esa cueva. Porque es gélida, helada, vacía y oscura como parece que te has vuelto tú.

Además, tengo que decirte algo: ya no eres la misma. No, no intentes negarlo. Lo sabes tan bien como yo. Y hay poco que puedas hacer, la verdad.